Antón era judío y dueño de una de las panaderías más famosas de Alemania. Cuando le preguntaban cómo había sobrevivido al Holocausto, solía contar esta historia:
—¿Sabes por qué estoy vivo hoy?
Cuando era adolescente, los nazis nos subieron a un tren rumbo a Auschwitz. Pasamos días enteros sin comida, sin agua, sin abrigo. Nevaba. El frío era insoportable. La muerte estaba en cada rincón del vagón.
A mi lado, un anciano temblaba sin parar. Yo también me estaba congelando, pero decidí usar mis manos para frotar las suyas, su cara, sus piernas. Lo abracé toda la noche, le hablé, le pedí que no se rindiera.
Cuando salió el sol, descubrí algo que me estremeció: todos los demás en el vagón habían muerto congelados. Solo quedábamos él… y yo.
Él vivió porque lo mantuve caliente.
Yo viví… porque lo mantuve vivo.
Y entonces Antón decía:
“El secreto de la supervivencia es calentar el corazón de los demás. Cuando das calor, lo recibes también. Cuando ayudas a vivir… vives tú también.” (Créditosal autor)
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